Me hace especial ilusión escribir este post sobre el/la niño/a interior y el motivo es doble. El primero es mi propio proceso personal y lo importante que ha sido para mi conectar con mi niña y cuidarla, por tanto, cuidarme a través de ella. Y el segundo motivo, es lo bonito que es para mi acompañar a las personas en terapia a conectar con su niño/a interior y ver cómo aprenden a cuidarse y desde ahí, pueden vivir mejor.
Un poco de contexto
Todas las personas, tengamos la edad que tengamos, tenemos un niño/a interior. Esto puede sorprender porque parece que una vez llegamos a la edad adulta esta posibilidad desaparece. La realidad es que está presente siempre.
¿Quién es el/la niño/a interior?
De pequeñxs, en nuestra familia, nuestra ‘meta’ es ser queridxs y aceptadxs por papá y mamá, por este motivo desarrollamos un tipo de carácter. Y por otro lado, necesitamos y queremos que nuestros padres nos atiendan en todo aquello que necesitamos a cada momento y esto no sucede. Mamá y papá siempre hacen lo que pueden, lo mejor que pueden (los que sois padres sabéis que es así) y aún y así, hay momentos que no atienden nuestra necesidad. Cuando esto se repite en el tiempo se crea una carencia interna, la que llamamos herida. Sobre esta herida creamos nuestro carácter como forma de protección o mecanismo de defensa para no volver a sentir el dolor que nos produjo lo que nuestros padres no nos pudieron dar o sentimos que no fue suficiente o que fue demasiado de algo (puede ser vivido en ausencia o exceso de).
Algunos ejemplos (hay muchos más):
- Si me sentí abandonadx. Quizás una forma de protección que desarrollé fue el ‘no necesito a nadie’.
- Si me sobreprotegieron. Quizás desarrollé un ‘no sé funcionar en la vida solx, sólo en compañía’.
- Si no me sentí validadx. Quizás una forma de protección que desarrollé fue la ‘búsqueda de reconocimiento externo’.
¿Qué nos pasa con la herida interna?
Esta herida interna que se ha creado en la infancia nos acompaña toda la vida. Y si no le ponemos consciencia y la atendemos, vivimos pidiéndole al mundo (pareja, padres, hijxs, amigxs…) que atienda aquel dolor de la infancia. Es decir, les pedimos a las personas que nos den aquello que los padres no nos dieron ni nos darán. Es importante saber que nadie puede darnos aquello que nos faltó en la infancia, ese momento ya no existe.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Lo que podemos hacer es atender y cuidar nuestra herida nosotrxs mismxs, desde la persona adulta que somos. Y así, no cargar a las personas que nos rodean con esa responsabilidad.
Como la mayoría de procesos internos, este también requiere de tiempo y atención. El primer paso es empezar a ver al niñx interior, a visualizarlx y reconocer que hubieron momentos en los que le dolieron cosas que pasaron. Para este paso te propongo que cierres los ojos, conectes con tu respiración y te imagines a ti mismx de pequeñx (corta edad, menos de 10 años). Simplemente, mírate a ti mismx y presta atención a la emoción que te aparece y si tienes algún impulso.
Si vas practicando esta visualización con frecuencia, empezarás a estar más en contacto contigo y podrás ir dándote cuenta de las necesidades de tu niñx, que también son las tuyas.
Estaré encantada de leer tu experiencia en los comentarios.